Unos lo llaman interrumpir, otros distraer. Ambos tienen razón.
A diario lidiamos con interrupciones. Las vemos en entrevistas, debates políticos, reuniones familiares, de amigos, etc. Es algo común en un mundo impaciente en el que no tenemos tiempo para desarrollar nuestras ideas y tampoco dejamos que otros lo hagan.
Lo que a veces no consideramos, es que interrumpir puede suponer una distracción para otros, de la que tal vez no puedan recuperarse fácilmente.
La comunicación bilateral efectiva depende tanto del receptor como del emisor. Ambos deben colaborar y expresar exactamente cómo y cuándo podrán intercambiar ideas.
Si estás en la oficina y necesitas ayuda ¡pídela! Pero antes verifica qué está haciendo la otra persona antes de distraerla con cualquier consulta. De igual manera, si estás concentrado y alguien te pide ayuda, no dudes en exigir amablemente un momento para terminar la tarea que estás haciendo.
En ocasiones, muchas personas aceptan las distracciones por miedo a decir que no. Esto no hace más que afectar su propio rendimiento y perpetuar el poder de otros para interrumpir su concentración cuando lo deseen.
Si la interrupción es inevitable, lo mejor es afrontarla, ser diligente, directo y resolutivo bien sea para redireccionar la consulta u ofrecer tu mismo la solución. Establecer límites en estos casos, será la clave para mantener la buena comunicación sin comprometer la productividad dentro de nuestro equipo de trabajo.
