Una de las características más importantes en todo acto de comunicación, es la empatía. Este valor nos ayuda a colocarnos en el lugar de otros, antes de juzgar lo que hagan o digan. Gracias a la empatía también podemos determinar nuestra capacidad para resolver conflictos y la forma en que nos relacionamos con el entorno.
Sin embargo, en ocasiones, la magnitud de nuestros problemas nos agobia tanto, que en pro de buscar la solución, olvidamos la posición de esa persona a la que solicitamos ayuda, llegando incluso a pasar por encima de sus necesidades.
La buena noticia, es que romper este mal hábito es más fácil de lo que parece y el primer paso para lograrlo, es estar consciente y analizar tu conducta en el momento en que dejas que tus prioridades nublen la visión de lo que sucede a tu alrededor.
Piensa en qué situaciones es más probable que muestres esta conducta; ¿notas que en tu oficina tu colega está ocupado y sin importar qué, lo interrumpes para pedirle ayuda? Es aquí exactamente donde debes detenerte a pensar en que tal vez tu compañero está en medio de finalizar un proyecto importante y una interrupción podría costarle el enfoque que seguro no quiere perder.
Puede ser agotador analizar constantemente la forma en que pides ayuda o tu interacción en general con otros. No obstante, mientras más lo hagas, más lo volverás parte natural de tu comportamiento.
La comunicación es un acto consciente y nunca es tarde para iniciar buenos hábitos relacionados a esta. Ordenar tus ideas antes de preguntar y escuchar activamente lo que otro pide, sin asumir, puede ahorrarte a ti y a los demás la pérdida del activo más valioso que tenemos, el tiempo.
No des las normas sociales por sobreentendidas. Práctica, pregunta y sobre todo, no olvides considerar a otras personas a la hora de comunicarte.